martes, 29 de enero de 2008

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Hay momentos en los cuales no queda nada que decir, ya todo lo pensado está hecho, escrito, plasmado de alguna manera.

Por algun motivo, el transcurrir de los días se ha transformado en algo placentero. No hay nubes en el horizonte, no hay cosas urgentes por las cuales correr, ni deseos imperiosos que satisfacer. No hay desesperación ni angustia; no hay mal humor. Todo parece haber alcanzado una suerte de balance, de equilibrio. Me permito pensar, me permito sentir, sin estar atormentado. Y me pregunto si esto es ser, si la suma de mis decisiones tomadas ayer son la causante de haber podido llegar a este momento.

Quizás esté llegando a ser; quizás esté llegando a mi; quizás esté aceptando lo que me ofrece la vida dia a dia sin darle mucha batalla. Quizás esté aceptando que la vida y cosas de la vida tienen los vericuetos que yo decido crear en ellos, que soy yo el que enreda y desenreda las cosas que me suceden.

Quizás simplemente haya comprendido los beneficios de dar, de brindarme, de abrirme un poco más, de escuchar, de intentar de entender...sin buscar, sin querer nada a cambio. Quizás haya comprendido que este tipo de cosas son las que me enriquecen y endulzan la vida.

miércoles, 16 de enero de 2008

Felicidad

Entre las cosas pendientes por hacer antes de que terminara el año quedaba mi columna para esta Contracrítica.

Decir que fue fácil sentarme a escribir estas líneas sería mentira. No solamente por el ajetreo típico de esta época. Otro año más que pasó, que nos dejó atrás. Algunas personas se preparan para irse de vacaciones, otras simplemente disfrutarán de los feriados correspondientes a la Navidad y al Año Nuevo y volverán al trabajo habitual quién sabe hasta cuándo.

La dificultad para escribir algo no sólo radica en la falta de tiempo, sino, más bien, en el tema. Muchos pensamientos, muchas ideas, pero poquísimas palabras salen de los dedos. Ninguna acerca de nuestra bendita ciudad.

Creo que en lo que más pensé en este último tiempo es en la felicidad y la dificultad que tenemos para encontrarla. La felicidad resulta, muchas veces, inalcanzable. A veces, da la impresión que nos hace falta algo y ese “algo” no se deja hallar. Para algunos es el amor; para otros, el dinero o el poder; para otros, un plato de comida. En sí, qué es la felicidad depende de la perspectiva y de la persona que mire.

Sin embargo, siempre nos va a faltar algo, siempre va a haber algo que deseamos tener y no tenemos, aunque otros piensen que lo tenemos todo. A veces la vida nos da un cachetazo, para recordarnos qué tiene sentido, qué tiene valor. Y es ahí cuando muchas veces nos arrepentimos y pensamos “si tan sólo…”. Pero cuando llegamos a esa instancia, seguramente será tarde.

Para mí, la felicidad se encuentra en las cosas cotidianas de nuestra vida, en las personas, en el amor que sentimos y tenemos hoy. No tiene mucho sentido pensar en la felicidad futura si somos incapaces de disfrutar y valorar lo que tenemos y somos hoy. Creo que sería importante que dejáramos de valorar la vida solamente cuando ésta se ve amenazada. Desacostumbrémonos a las cosas y personas que nos rodean todos los días y las apreciaremos más. Focalicémonos en las cosas que realmente valen la pena y démosle a la vida el lugar que merece. Somos frágiles, somos mortales.

Por todo esto, amemos hoy. Digamos “te quiero”, hoy. Besemos hoy. Perdonemos hoy. Escuchemos hoy. Disfrutemos la vida hoy. Preocupémonos un poco más por lo que somos que en lo que tenemos, hoy…

Mañana es una promesa.

Hansel & Gretel en la ciudad

Casi con la misma angustia de los personajes del famoso cuento, muchos porteños temen no encontrar el camino de vuelta a su casa u oficina. Mientras caminan por la calle, van dejando a su paso envoltorios de galletitas, paquetes de cigarrillos vacíos, boletos de colectivo, y algún que otro papelito que los guíe de vuelta a su lugar de origen. Cinco pasos, un papelito.

En ciertas ocasiones, toqué el hombro de alguna de aquellas personas, para avisarles que habían dejado caer un papel en el piso. Se los devolví. Pero al parecer la vergüenza sólo los ataca cuando se los encara. Miran, se sonrojan, dan media vuelta y siguen su camino.

Un día, en otro gesto de amabilidad, logré juntar del piso una bolsa con envoltorios de fiambre y bandejas de cartón que accidentalmente habían caído del lado del conductor de una ambulancia. Gentilmente le dije: “Tomá, se te cayó esto” y con una sonrisa en la cara, pasé la bolsa dentro del vehículo, apoyándola en el regazo del conductor. No entendí bien por qué no me agradeció, pero como uno no debe hacer las cosas para que se lo retribuyan, continué mi camino hacia ninguna parte.

En la ciudad hay un cesto de basura por esquina. Tirar la basura en la calle cuesta exactamente lo mismo que tirarla en uno de los miles de cestos distribuidos por la ciudad y, aunque no lo crean: ¡es gratis! Pero entiendo que el color anaranjado y tapa negra de los recipientes plásticos es poco visible, y, para colmo de males, ¡están tan fuera de nuestro camino y escondidos!

Cuando se está en un vehículo, el terrible trabajo de deshacerse de los desechos, puede costarnos un poco más de tiempo por el hecho de tener que detenernos, descender del vehículo, encontrar un cesto y decirle adiós a nuestra basura. Pero les comento algo: los automóviles cuentan con ceniceros y, hoy en día, en la mayoría de los lavaderos de autos - además de colgar un hermoso pino de tela con perfume en la palanca del guiño - nos obsequian una pequeña bolsa de residuos, justamente para evitar tirar nuestra mugre en las calles. Puede darse el caso que la basura en cuestión sea demasiado grande para nuestro petit taché de basuré, pero nada tan grande o tan pestilente que no pueda esperar una o dos horas para que lo tiremos en nuestra propia casa. Y si no contamos con esta tecnología de punta… ¡se ensucia el auto! Estamos perdidos. ¡Dios mío!

La falta de respeto al espacio público es una falta de respeto a nosotros mismos. Tomemos a los 3 metros cuadrados que nos rodean en todo momento como el living de nuestra propia casa y disfrutemos todos de una linda y limpia ciudad. Y para aquellos que teman no encontrar el camino a casa si cambian este hábito…ya es hora de que en vez dejar migajas tras sus pasos, dejen de creer en cuentos.

Peatón con patente

Recientemente se ha presentado un proyecto de ley en la legislatura porteña para ordenar el tránsito de los peatones. El proyecto 2104-D-2007, que tiene la intención de obligar a circular a los peatones con el hombro derecho lo más cerca posible de la línea de edificación, prevé una señalización que indique el sentido obligatorio, un periodo de 180 días para “educar” a la ciudadanía y, también, “penalizaciones correctivas onerosas” para quienes transgredan dicha ley.

Lo curioso de este proyecto es que no debería ni siquiera plantearse como tal, si tan sólo utilizáramos el sentido común.

Puede resultar ridículo presentar un proyecto de ley para ordenar el tránsito de peatones, pero debemos reconocer las barbaridades que cometemos todos los días como “conductores de a pie”. ¿Cuántas veces cruzamos avenidas y calles sin tener habilitado el paso en el semáforo, o con la luz titilando, mirando a los conductores (a aquellos que son pacientes y no nos tiran el auto encima) con cara de “Ya cruzo, ¿eh? ¡Esperá, soy peatón!”? ¿Cuántas veces esperamos para cruzar sobre la calle misma, en vez de hacerlo sobre la vereda?

También es interesante analizar a los peatones-hormiga de las calles Florida o Lavalle. Cruzar de un lado al otro es una odisea. Hay que esquivar a los vendedores ambulantes, a los que bailan tango, a los que tocan la guitarra, el violín o el saxo, a los chicos ucranianos tocando el acordeón y la masa de gente que literalmente vuela en ambos sentidos. Y uno, desorientado, se convierte en un grumo en la homogeneidad de la masa humana que va para un lado y para el otro. Pero no necesitamos que nos digan cómo comportarnos como peatones. En vistas a este nuevo proyecto de ordenamiento de tránsito peatonal, estoy esperando que se regule e implemente, sólo para saber si nos van a sacar foto-multas, o si nos van a dar una decorativa “chapa patente” para circular a pie, por la ciudad. ¿Pedirán licencia de caminar también? ¿Cómo será el examen para dicha licencia? La verificación técnica, ¿se podrá realizar en la comisaría o algún hospital de nuestro barrio?

Algunas normas nos parecen ridículas y pataleamos porque los legisladores pierden el tiempo en proyectos como éstos. Pero no todos los proyectos y leyes carecen de lógica. Muchas veces los que carecemos de lógica somos nosotros mismos, al punto de parecer idiotas.

Exigimos un cambio de actitud en nuestros gobernantes, pero somos incapaces de realizar cambios de malos hábitos en nuestra vida cotidiana para el beneficio común. Como sociedad, no nos respetamos, y, hasta que no lo hagamos, nada va a cambiar en la actitud de los políticos.

Mi viejo siempre me dijo que pensar era lo más difícil. Pensar en uno cuesta. Y pensar en los demás…parece mucho más difícil.

El colectivo, la máquina bestial

Ya sea que salgamos de la estación de algún tren en Retiro o en Constitución y nos espera otra delicia citadina: el colectivo. Modernas unidades nos esperan con un chofer sonriente, siempre dispuesto a llevarnos con agrado a nuestro destino. Le hablamos a “la maquinita”, metemos nuestras moneditas y ¡voilà!, sale el boleto. Caminamos en el amplio pasillo – que generalmente se encuentra vacío – y tomamos un asiento confortable, limpio y entero… in your dreams, porteño! Racimos de gente se cuelga del estribo del colectivo, tratando de no quedar abajo, mientras el chofer acelera repetidas veces (que significa “Vamo’ Vamo’”); se comunica con los otros conductores con un lenguaje similar al de las ballenas pero un poco más reiterativo y mono tono. Pide paso, y sale echando humo y putas (y a algunos peatones, de paso) de la parada. Agarra la avenida, viene por la izquierda, dos cuadras de la próxima parada. A escasos cien metros, a algún mal nacido se le ocurre bajar y la avenida es un tramado impenetrable de autos. Pone el guiño y avanza hacia la derecha con la agilidad de una bicicleta, porque, ya es sabido: el tamaño, ¡no importa! En señal de respeto al hermano mayor del tránsito, todos le dejan el paso. Pero el chofer no tiene tiempo para detenerse paralelo al cordón, por eso para a cuarenta y cinco grados, dejando al peatón a unos dos metros de la vereda, ocupando dos carriles de la avenida, para la felicidad de todos los que quedaron atrás. El resto de los conductores agradece el gesto enviándole saludos a la madre del chofer y el chofer devuelve la gentileza saludando a las madres de éstos. Todo es cordialidad y respeto. Arriba del colectivo, mientras tanto, las doscientas personas que viajan de pié miran sigilosos las intenciones de los cuarenta que están sentados. Movimientos extraños pueden causar un alud humano sobre ese preciado posa traste. Una persona mueve su pierna hacia el pasillo. ¡Maldición! No se baja. Hay una viejita parada…¡pero será de Diós! ¿Le tengo que dar el asiento? ¿Quién me va a decir algo? Ma’ si… ya se desocupará otro. Estoy llegando a mi parada. Toco el timbre. Ya casi estoy y el chofer ni me miró. ¿Andará el timbre? Toco de nuevo. Nada. Veinte metros para mi parada y éste que sigue acelerando. ¿Será sordo el chofer? Toco de nuevo. De adelante se escucha la voz del chofer entre la muchedumbre, “¡Nene! Si te gusta el chiche, llevátelo a tu casa”. Me bajo y mientras el colectivo acelera, respiro una bocanada entera de monóxido de carbono, y plomo. Ahora sí estoy listo para continuar con día.

La camiseta y la bandera

Cada vez que un equipo de fútbol, hockey, rugby o cualquier otra disciplina deportiva de nuestro país compite contra el equipo de alguna otra nación, empiezan a aparecer banderas por todos lados. La gente lleva puesta la camiseta de la selección, gorritos, ropa interior, se colocan banderitas en los autos, etc. Cualquier visitante de la ciudad para esa época podría pensar que somos muy patriotas, que estamos muy orgullosos de ser Argentinos.

Nos resulta muy fácil sacar a relucir la bandera cuando ganamos algo. También nos acordamos que alguna persona es Argentina cuando logra algún éxito en algún campo ante los ojos del mundo.

No digo que esté mal el reconocimiento a esos éxitos, simplemente me parece que nos olvidamos, muchas veces, que todos los días somos Argentinos y que todos los días deberíamos enarbolar la bandera del país en nuestro interior; para nadie, para nosotros mismos. ¿Por qué? Porque tenemos que ser patriotas no solamente en el apoyo al equipo que juegue. El patriotismo bien entendido puede demostrase en las cosas de todos los días.

También es ser patriota ser responsable en nuestros trabajos, cumplir con nuestras obligaciones, exigir nuestros derechos, no ser corrupto y no corromper, no buscar la salida fácil, sino la mejor; ser patriota es darse cuenta que las cosas públicas son nuestras, que debemos respetarlas, cuidarlas y no destruirlas. Ser patriota es darse cuenta que cualquier cosa que hagamos o las actitudes que tengamos en nuestras vidas particulares afectan al conjunto. Desde levantar la caca del perro cuando caga en la vereda, hasta manejar responsablemente. Ser patriota es respetar las leyes o cambiar, de manera democrática, las leyes que consideremos erróneas. Ser patriotas significa despojarse de la “viveza” (se le dice “criolla”, pero es Argentina ésa también). Ser patriotas es ser responsable, comprometido con un crecimiento personal y grupal, interesándose en los temas que afectan al país, es no darse vuelta, es no decir “esto no me importa”, es no ser indiferentes al dolor, carencia o problema ajenos. Ser patriota es estar involucrado, comprometerse y meterse, discutir, intercambiar opiniones, quejarse ante los organismos que correspondan y no solamente en charla de amigos; es no utilizar la fuerza para obtener lo que “yo” quiero. Ser patriota es no saltar solamente cuando nos tocan el culo…es saltar cuando se lo tocan a otro también. Ser patriota es respetar a los demás.

Llevar la camiseta DEL PAIS puesta todos los días, cuesta más que llevar la de la selección; pero hasta que no nos la pongamos todos los días, no vamos a dejar de ser sólo un equipo de fútbol, hockey o rugby.

Frasquito

¿Cuántas veces puedo equivocarme? ¿Cuántas veces puedo estar en el lugar equivocado en el momento adecuado? ¿Me importa? Sinceramente, no.

No puedo pasarme la vida quejándome por algo que no tengo en este momento. No puedo llorar por las cosas que me perdí…se fueron, ¡chau! No están más. Entonces, ¿para qué preocuparse? ¿Quería estar ahí, quería realmente eso que seguramente iba a obtener? No. Aunque….quizás un poquito sí…

A esta altura del día y de la vida, sé que lo que quiero es un poco más difícil de lograr, de tener. Lleva tiempo. También se vale de la casualidad, del destino, la suerte, la coincidencia, o quién sabe bien de qué cosas más. Tarda en llegar. Hace rato que espero. No es que me haya sentado esperando a que algo sucediera, a que me llegue. Salí a buscarlo. Fui por aca, fui por allá. Pasé un poco de costado. Miré de reojo, hacia atrás, por las dudas si justo, justo después de que yo había pasado, pasaba él. Pero no.

Volví sobre mis pasos. Me asomé en alguna que otra esquina, entré a un bar, a un shopping, salí a la calle, anduve en la ruta, me meti en Internet, fui al dentista, a la panadería, fui a la facultad, a hacer distintos tipos de cursos, fui a cenar y a tomar algo con amigos y amigas, viajé a provincias, a distintos países. Me corté el pelo, me tosté al sol, me volví a cortar el pelo; jugué al rugby, al volley, al Pictionary, al carrera de mente, a negocios en la gran ciudad, a la escondida, al cuarto oscuro, a verdad o consecuencia, al juego de la vida.

Literalmente, inventé nuevas maneras de acercarme, insólitas algunas. Escuché, intenté comprender, hablé - hablé mucho – escribí y pensé, también mucho. Ayudé, di mi opinión, rescaté de los naufragios (ajenos y propios) lo que pude, empujé, motivé y despaché gente hacia adentro y hacia fuera de mi vida. Y sigo pensando.

Hay profundidades que asustan: las del interior de cada uno. Mucho más, cuando es alguien de afuera el que las alcanza, como generalmente me sucede a mi. Soy un intruso, un invasor. Pero no es que haga esto adrede, simplemente es la manera en la cual evalúo y analizo mis propias cosas, mi propia vida. Y cuando entro en contacto con otra persona, generalmente, busco esas profundidades… Ése es mi problema. La mayoría de las personas no ven con agrado que bucee en ellos y menos si hace poco tiempo que las conozco.

No digo que esto me suceda con todo el mundo y con cada persona que me cruzo y crucé por la vida. Hay personas que no despiertan ni mi más mínimo interés. Y hay otras que despiertan y responden a intereses particulares.

Las frases más comunes que he escuchado a lo largo de los años son: ”No sé“, “No te quiero lastimar”, “Dejemos que las cosas fluyan”, “Me encantaría, pero no puedo”, “Perdonáme”, “Te quiero”…todas dichas de labios distintos, con algunas repeticiones. Y sí se sabe, y sí lastiman, y las cosas fluyen – como engrudo reseco al sol - , y no me animo. Mentiría si dijera que las ultimas dos frases no las sentí. Sentí cada uno de los “Perdonáme” y de los “Te quiero” que me han dicho esos labios, que alguna vez besé.

A veces la gente le teme a sus propias profundidades, sin darse cuenta de que su interior grita. Lo que pasa es que ya casi nadie lo escucha, nadie le presta verdadera atención, muchas veces ni sus propios portadores. Y este es otro de mis problemas, yo escucho, presto atención.

A mi ya no me grita, me habla. Y a veces, lo escucho.

Todos los días, miles de personas salen a la calle encerrados en su frasco de vidrio, como los barquitos, como el grano de arroz con el nombre escrito que se vende en las ferias. Y me imagino que muchas veces se preguntan cómo llegó eso ahí adentro. “¡Hey! ¡Ustedes lo pusieron ahí!”, les grito. En alguna carta, me referí a la distancia entre dos personas desconocidas como un abismo. En el caso de personas conocidas voy a poner en juego otra palabra, menos coqueta, pero más apropiada. Se me da por pensar que esa distancia sea, quizás, una zanja, un canal… dependiendo de la magnitud de la distancia en cuestión. Nosotros trazamos los límites de nuestro exclusivo territorio interior y decidimos quién pasa y quién no. Por eso molesta cuando llega un extraño con habilidades para la infiltración. Nos quedamos sin defensas efectivas, pocas cosas podemos ocultar.

A veces, cuando dos personas se enamoran, es como si se chocaran y rompiera uno el frasco del otro…y las cosas, aunque cueste creerlo…se expanden, explotan en un fuego dulce que da la sensación de ser eterno.

Yo soy un infiltrado... me meto en frascos ajenos, esperando la oportunidad de chocar, de romper mi frasco y el de alguna mujer…

Mi interior me habla y me recomienda que, por ahora, me meta en mi frasco por un tiempo…para recuperar algo de fuerzas, encontrar cierta paz, descansar un poco de emociones que ya estoy un poco cansado de repetir. Ya busqué, ya esperé, ya entendí, ya intenté, ya hablé, ya escuché….y, seguramente….lo seguiré haciendo.

Wishful thinking

Me pregunto porqué le hemos dado tanta relevancia al éxito, a lo que tenemos o podemos tener; ¿porqué estamos dispuestos a aparecer en la TV a cualquier costo, porqué desfallecemos por la atención de los medios? Estamos tan enfocados en las cosas equivocadas. Solamente nos hacemos tiempo para pensar cuando las cosas no salen bien, pero raramente nos tomamos el tiempo en nuestra vida cotidiana para pensar cuando las cosas van relativamente bien. ¿Porqué tengo la sensación que nos hemos olvidado que somos solamente personas, que podemos disentir respecto a cómo disfrutamos la vida, pero que la disfrutamos de igual manera, que todos vivimos y morimos y la única diferencia entre nosotros es el tiempo que tardamos en llegar al final? ¿Qué nos ha pasado, Humanos? ¿Hemos olvidado lo frágiles que somos? ¿Por qué solamente somos concientes de la importancia de la vida cuando ésta se ve amenazada? ¿Por qué llamamos estrellas a actores, actrices y celebridades si las únicas estrellas son las que están en el cielo, arriba nuestro? ¿Por qué nos creemos tan importantes o estamos más elevados que el resto de las criaturas de este planeta? Hasta ahora, hemos demostrado más capacidad para destruirnos que para cuidarnos los unos a los otros. ¿Porqué somos incapaces de darle verdadera importancia & comprometernos con la raza a la cual pertenecemos? ¿Por qué es más importante luchar por dinero o poder, que por Sabiduría? Al paso que vamos, vamos a agotar nuestro planeta, y no habrá poder ni dinero capaz de salvarnos – pequeños seres – de la falta del aire que tanto precisamos.

Debemos comprender que todos tenemos nuestras naturales limitaciones humanas. Siempre deberíamos intentar entender. Siempre deberíamos evitar – a cualquier precio – lastimar a alguien o a algo. Esa es la única manera que creo que podemos hacer un mundo mejor para nuestros padres, hermanos y hermanas, hijos e hijas.

Por hoy y por el futuro, tenemos que dejar el odio de lado. Esto no significa necesariamente que tengamos que estar de acuerdo en todo, pero que debemos abrazar estas diferencias y aceptarlas como tales. Sin importar raza, religión, origen, lenguaje, o cultura. Aceptemos las diferencias y abracemos al mundo.

Carta a un suicida

Cuando alguien muere, sea por el motivo que sea, un grupo de personas se reúne a darle ‘el último adiós’ a tu cuerpo. Algunos irán realmente acongojados, tristes. Otros mirarán el reloj a cada instante, preocupados por quien sabe qué cosas. Generalmente, los que te sentimos más cerca, los que realmente llegamos a ser afectados, los que vimos tu luz, tendremos un dolor más grande, empeorado por las palabras que nos quedaron adentro sin decir y por una culpa inmensa por no haber podido hacer suficiente para demostrarte que esta vida vale la pena. No quiero que eso me pase a mi.

Por eso, en esta noche, escribiré lo que diría en tu entierro, para que lo leas ahora, en vida.

“Conocí a X hace solamente unos meses atrás. Sin embargo, creo que realmente llegué a conocerlo ayer, a raíz de horas y horas de charla. El tipo que conocí hace unos meses difiere un poco del que conocí ayer.

Yo conocía un X lleno de vida, alegre y jocoso, pero sin embargo, bastante reservado. No sé si por voluntad propia o no, pero el chico, el nene X, tierno y soñador, enamoradizo y sensible dejaba verse en algunas miradas, en algunas actitudes y en su carcajada inconfundible, que se podía distinguir en un estadio de fútbol (lleno o vacío).

Cono no podía ser de otra manera, el conocimiento del otro X, el de los ojos rojos aguantando algún lagrimón, el que fumaba un Parisiense atrás de otro, el que se refugiaba en el último rincón del castillo, vino de golpe. Blanco o negro.

Asumo parte de mi culpa hoy, ante Ustedes, de lo que pasó, de estar reunidos hoy aquí; por no haber encontrado las palabras que me hubieran permitido ir abriendo una a una las puertas para llegar a él.

Quizás me hubiera gustado que hoy asistiéramos al entierro de sus pensamientos más oscuros, al entierro de un amor y un dolor que lo torturaban; al entierro de sus preocupaciones por el porvenir (siempre incierto), al entierro del Negro. Me hubiera gustado haber sido capaz de mostrarle (sinceramente no sé cómo lo hubiera hecho) algún amarillo, algún verde, azul o rojo y tornar su manera ‘monocromática’ de ver la vida y las cosas, en una paleta de 60 millones de colores.

Creo que lo que más feliz me hubiera hecho sería haber tenido la posibilidad (veinte años adelante) de sentarme con él en alguna de nuestras casas, a tomar una cerveza o comer un asado, mirar hacia atrás y decir: “Blanco, amarillo, verde, rojo, azul….¿qué pasó con el negro?....”

Ahí están. Ésas serían las ultimas palabras que le diría a tu cuerpo. Pero no te irías sin algún reproche, lo lamento. Te preguntaría, sin esperar respuesta, si lo que hiciste no fue egoísta. ¿ Porqué nos dejaste, X? ¿Porqué no viste más allá de tu dolor? ¿Porqué nos hacés sentir tan tristes a los que te conocimos? ¿ Porqué no fuimos lo suficientemente buenos para que compartas tu vida con nosotros? ¿ Porqué reemplazar todo lo que nos hubiéramos podido decir por un ‘bla…’? ¿Cómo podés estar tan seguro de cuánta gente te quiere y de cuántos te vamos a extrañar?

No nos abandones, amigo!!!

Momento fantabuloso

Hoy tuve uno de esos momentos fantásticos en los cuales parecí deshacerme del tiempo. Como no podia ser de otra manera, vino acompañado de música.

Siento que muchas veces la vida cotidiana nos hace olvidar de la vida misma. A veces, estamos tan obstinados a cumplir un objetivo, que nos olvidamos de todo el resto de las cosas que componen la vida, de todas aquellas pequeñas cosas que, en definitiva, nos hacen sentir vivos, cosas por las cuales vale la pena vivir.

Destrocé el tiempo, no tenía ni un reloj, ni un celular, ni un teléfono que me recordara que todavía estaba en este planeta. Fue, simplemente, fantabuloso. Gracias, Vida, por recordarme que estoy vivo, que SOY; aunque no sea nada, aunque mi vida no tenga importancia mas allá de las pocas personas que me conocen, más allá de que no trascienda mi existencia cuando se extingan los latidos de mi corazón; mas allá de ser un recuerdo borroso en las vidas de algunas personas y sea una imagen, una sensación, y una sonrisa presente en otras.

“That is that and this is this…” je je..

"Reta"

RETA (Oct-1999)


Nubes de polvo llenan mis recuerdos. Recuerdos de una playa desierta, de una casa amarilla en la cual encontré algo distinto. Mi tiempo, mi espacio, el de cada uno. Las charlas, el cielo azul. Siluetas que se transportan hacia la noche, guarida de corazones. La delgada línea entre lo debido y lo querido. Tan poco parece llegar hasta aquí. Tan poco que ni siquiera nosotros mismos llegamos. Nos perdemos mientras vamos llegando, respirando este aire enrarecido que nos envuelve; nos transformamos por infusiones hechas con agua bruja, atratapadora de penas, liberadora de sueños. No se puede determinar si son un conjunto de almas perdidas o encontrardas, si no es más que un accidente en un momento único e irrepetible en el tiempo que dejará sus huellas en nuestra mente.


Las marcas en la arena son los registros de todo lo que sucede en nuestros corazones. El mar es el amor sanador que las borra, que nos da vida nuevamente. El cielo estrellado en esta noche, es el horizonte de nuestras esperanzas, puestas en ningún lado, situadas más allá de nuestra imaginación. El silencio es el grito del espíritu, de nuestra consciencia, de nuestra humanidad reprimida. La voz no se oye......pero no es necesaria, son los corazones los que hablan, sin mediadores.

"Consciencia"

¿Qué transporta al hombre de estados de conciencia desde la inconsciencia? Muchas veces me parece que este cambio, esta "iluminación" de la mente es producido por hechos que afectan el pensamiento y el sentir del hombre de manera profunda. Culpo al amor, a las situaciones difíciles y a la razón de tal cambio. Ni siquiera sé porqué utilizo la palabra "culpo" ya que este traspaso no debe verse como un error en la conciencia del hombre, sino mas bien, como una bendición. Son los estados de conciencia los que nos brindan la posibilidad de un cambio sustancial en nuestra existencia. No debe verse como molestias, impedimento o trabas en la vida del hombre. Los que así la ven son caracteres grises que no comprenden el sentido de la vida.

Avasallemos la inconsciencia, la pereza y la inercia con un acto heroico de avasallamiento (no lo repito sin saber, sino todo lo contrario) de la existencia presente, exonerando al alma de la culpa de no haber cumplido con obligaciones superfluas que entorpecen nuestro avance hacia el superhombre. No nos dejemos engañar por el apremio del tiempo y del espacio, ni por las limitaciones que nosotros u otros hombres depositan en nosotros.

Nada mas.