Cuando alguien muere, sea por el motivo que sea, un grupo de personas se reúne a darle ‘el último adiós’ a tu cuerpo. Algunos irán realmente acongojados, tristes. Otros mirarán el reloj a cada instante, preocupados por quien sabe qué cosas. Generalmente, los que te sentimos más cerca, los que realmente llegamos a ser afectados, los que vimos tu luz, tendremos un dolor más grande, empeorado por las palabras que nos quedaron adentro sin decir y por una culpa inmensa por no haber podido hacer suficiente para demostrarte que esta vida vale la pena. No quiero que eso me pase a mi.
Por eso, en esta noche, escribiré lo que diría en tu entierro, para que lo leas ahora, en vida.
“Conocí a X hace solamente unos meses atrás. Sin embargo, creo que realmente llegué a conocerlo ayer, a raíz de horas y horas de charla. El tipo que conocí hace unos meses difiere un poco del que conocí ayer.
Yo conocía un X lleno de vida, alegre y jocoso, pero sin embargo, bastante reservado. No sé si por voluntad propia o no, pero el chico, el nene X, tierno y soñador, enamoradizo y sensible dejaba verse en algunas miradas, en algunas actitudes y en su carcajada inconfundible, que se podía distinguir en un estadio de fútbol (lleno o vacío).
Cono no podía ser de otra manera, el conocimiento del otro X, el de los ojos rojos aguantando algún lagrimón, el que fumaba un Parisiense atrás de otro, el que se refugiaba en el último rincón del castillo, vino de golpe. Blanco o negro.
Asumo parte de mi culpa hoy, ante Ustedes, de lo que pasó, de estar reunidos hoy aquí; por no haber encontrado las palabras que me hubieran permitido ir abriendo una a una las puertas para llegar a él.
Quizás me hubiera gustado que hoy asistiéramos al entierro de sus pensamientos más oscuros, al entierro de un amor y un dolor que lo torturaban; al entierro de sus preocupaciones por el porvenir (siempre incierto), al entierro del Negro. Me hubiera gustado haber sido capaz de mostrarle (sinceramente no sé cómo lo hubiera hecho) algún amarillo, algún verde, azul o rojo y tornar su manera ‘monocromática’ de ver la vida y las cosas, en una paleta de 60 millones de colores.
Creo que lo que más feliz me hubiera hecho sería haber tenido la posibilidad (veinte años adelante) de sentarme con él en alguna de nuestras casas, a tomar una cerveza o comer un asado, mirar hacia atrás y decir: “Blanco, amarillo, verde, rojo, azul….¿qué pasó con el negro?....”
Ahí están. Ésas serían las ultimas palabras que le diría a tu cuerpo. Pero no te irías sin algún reproche, lo lamento. Te preguntaría, sin esperar respuesta, si lo que hiciste no fue egoísta. ¿ Porqué nos dejaste, X? ¿Porqué no viste más allá de tu dolor? ¿Porqué nos hacés sentir tan tristes a los que te conocimos? ¿ Porqué no fuimos lo suficientemente buenos para que compartas tu vida con nosotros? ¿ Porqué reemplazar todo lo que nos hubiéramos podido decir por un ‘bla…’? ¿Cómo podés estar tan seguro de cuánta gente te quiere y de cuántos te vamos a extrañar?
No nos abandones, amigo!!!
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